Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta
En este último domingo del Tiempo Ordinario celebramos la Solemnidad de Jesucristo Rey del universo, contemplándolo como el Rey que libra a toda la creación de la esclavitud del pecado y la transforma para llevarla hasta la gloria del Padre. El reinado de Jesús se hace presente desde el servicio más alto que fue el ofrecimiento de sí mismo, como víctima inmaculada y pacificadora en el altar de la Cruz, para llevar a cabo el misterio de la redención humana, estableciendo en el mundo un reinado de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz, todo para gloria de Dios y salvación de todo el género humano.
Con esto entendemos que el reinado del Señor es muy distinto a los reinados humanos. Aquí se trata de un reinado desde el servicio, ocupando el último lugar, que en el caso de Jesús es la Cruz y desde allí se hace Rey de toda la humanidad, mostrándose como modelo para ejercer en el mundo el poder, que no tiene que ser para maltratar al prójimo, sino para servirle, sobre todo teniendo una mirada caritativa para con los más pobres y necesitados.
Avanzamos en este mes de noviembre en el desarrollo de nuestro Plan de Evangelización, que tiene como lema: “Caminemos juntos, animando la evangelización” que tiene como meta final que Jesucristo reine en cada uno de los corazones de los bautizados y por el compromiso misionero de todos, sea transmitido a los demás, para que finalmente Jesucristo reine en cada corazón, en cada hogar, en cada comunidad eclesial y también en la sociedad.
El reinado de Jesucristo en el mundo se establece cuando todos los bautizados hagamos realidad la caridad, como un modo de ser del creyente, para renovar a la humanidad y que cada uno pueda reinar desde el servicio. La caridad es la virtud que corona las demás virtudes y es la que nos da la entrada al reino celestial cuando seamos llamados a participar del reinado de Jesucristo en su gloria: “Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34 – 36), concluyendo que la caridad abre las puertas del Reino de Dios.
Asistimos a un mundo egoísta e individualista, donde cada uno busca armarse un trono, un reinado sobre las cenizas del hermano, lo importante es la fama, el honor, el prestigio y todo lo que pueda hacer ver al ser humano grande y victorioso, buscando conseguir todo esto, sin importar los medios y sin medir consecuencias cuando se pisotea la dignidad de los demás. Frente a ese panorama el Evangelio nos plantea la propuesta de la caridad como una manera de reinar desde los valores del Reino de Dios, teniendo a Jesucristo como Rey de nuestra vida y de nuestra historia. Es el servicio al otro que sufre sin preguntar por su identidad política, social o religiosa. Así lo enseña el Papa Francisco en Fratelli Tutti: “La propuesta es la de hacerse presentes ante el que necesita ayuda, sin importar si es parte del propio círculo de pertenencia” (FT 80), invitándonos a todos a hacernos prójimos y a “dejar de lado toda diferencia y, ante el sufrimiento, volvernos cercanos a cualquiera” (FT 80), sólo así se establece un reinado nuevo en el mundo, que ayude a levantar a los otros sin pisotearlos y destruirlos.
De esta manera entendemos que el cristiano tiene vocación para reinar con Jesucristo desde la caridad, que pone al ser humano en unión íntima con Dios, que lo mueve desde dentro a ser un instrumento en sus manos para realizar su obra con los que están caídos. La caridad nace de un cristiano contemplativo, que se pone de rodillas frente al Señor y allí encuentra la motivación más profunda para volverse rey con Jesucristo para servir a todos. El Papa Francisco expresa esta verdad cuando afirma: “La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es ‘el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de la vida humana’” (FT 92), concluyendo que la caridad es posible en un cristiano que se relaciona con Dios a través de la oración y que se mantiene en la gracia y en la paz del Señor y solamente esto es lo que hace visible el reinado de Cristo y desde Jesucristo el reinado de cada uno en el cielo.
En todos los ambientes sociales queremos la paz y hacemos cálculos humanos para tenerla, llegando a convertirla en un negocio mezquino, olvidando que la paz es un don de Dios que brota de la caridad y desde la caridad se puede lograr que el corazón del hombre se transforme y transforme la sociedad, ya que “la caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183), de tal manera que la caridad no es solamente el centro de todas las virtudes, sino que es también “el corazón de toda vida social sana y abierta” (FT 184), que ayuda a instaurar el reino de Jesús en el mundo. Como creyentes en Jesucristo Rey del universo tenemos la misión de ser reflejo del reinado de Cristo en el mundo, cumpliendo el mandato misionero que será posible si nos abrimos a la gracia que nos trae Jesucristo Rey para hacernos hombres nuevos en Él, construyendo el Reino de Dios en este mundo, desde la caridad, para llegar un día a participar de la gloria de Dios en plenitud con Jesucristo Rey. Que la Santísima Virgen María, madre de la Esperanza y el glorioso patriarca San José, custodio de nuestra vida, alcancen del Señor la gracia de ejercer la caridad para que “Caminemos juntos, con Jesucristo Rey del Universo”.
En unión de oraciones. Reciban mi bendición.