CLAVES para la familia de hoy, iluminadas desde la Familia de Nazaret

Por: Pbro. Fabio Gonzalo Argüello Gutiérrez, párroco de San Pedro Apóstol, La Parada.
En estas fechas que llamamos de “fin de año”, con las que nos preparamos para vivir con esperanza gozosa el nacimiento del Salvador del mundo, y como cristianos, la Iglesia católica nos invita a vivir el Adviento, tiempo litúrgico de preparación a la navidad. En este tiempo, surgen vivencias, tradiciones y momentos únicos en nuestras familias que como la Familia de Nazaret –Jesús, José y María–, y especialmente la Virgen María y su esposo San José, esperan con alegría la llegada de su hijo Jesús. Preparemos el nacimiento del Salvador, como dice el prefacio de la misa, prefacio II de Adviento: “A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen esperó con inefable amor de Madre; Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza”.
Ojeando algunos escritos me encontré con esta célebre frase, “la familia es donde comienza la vida y el amor nunca termina”, atribuida comúnmente a Anónimo o desconocido, aunque también se menciona que el autor podría ser Mariano Osorio. Nos puede ayudar a cada uno de nosotros que hacemos parte de una familia muy concreta y que diariamente compartimos nuestra vida. Ahora bien, daré algunas claves o herramientas –desde luego no son las únicas– para las familias de hoy, iluminadas estas claves o herramientas desde la Familia de Nazaret, ya que esta familia es el modelo a seguir de toda familia en este mundo.
No podemos desconocer que muchas de las familias actuales, quizá también la nuestra, viven en un contexto globalizado marcado por el individualismo, la prisa, la fragilidad de los vínculos, tensiones, falta de comunicación, mal uso de redes sociales, pobreza, migración, escasas oportunidades, debilitamiento espiritual e incluso violencia intrafamiliar. En este escenario real y desafiante, se presenta a la Familia de Nazaret como modelo luminoso y escuela de vida cristiana: una familia que, aunque no estuvo libre de dificultades como la pobreza y la migración, se mantuvo firme en la fe, el amor y la unidad. Mirar a Jesús, María y José, permite aprender el arte de vivir, amar y comprenderse mutuamente, tal como enseña el Papa Francisco: “en la casa de Nazaret aprendemos el arte de vivir en familia, de amarnos y comprendernos mutuamente” (homilía, Fiesta de la Sagrada Familia, 2015). Redescubriendo la verdad y la vocación profunda de todo hogar: “familia, sé lo que eres” (Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, 17).
Primera clave LA FE COMPARTIDA
Nazaret, un hogar sencillo, lleno de Dios. El Evangelio describe a la Sagrada Familia como una familia humilde, trabajadora y profundamente creyente. “El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2, 40). Nazaret fue un hogar donde Dios habitaba en lo cotidiano: en el trabajo de José, en el cuidado de María y en el crecimiento de Jesús. No había lujos, pero sí presencia, ternura y diálogo. En esa vida sencilla se encuentra una lección para nuestros tiempos: la felicidad familiar no depende del tener, sino del ser y del compartir. La Sagrada Familia nos enseña que Dios debe ser el centro de la vida familiar. La oración en común, la participación en la Eucaristía y la lectura de la Palabra unen los corazones. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Nazaret fue un hogar donde Dios tenía la primera palabra. María dijo “sí” (Lc 1, 38), José obedeció al ángel (Mt 1, 24) y Jesús creció “en sabiduría, en estatura y en gracia” (Lc 2, 52). La Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia del Papa Francisco enseña: “la transmisión de la fe supone que los padres viven la experiencia real de confiar en Dios” (AL, 287). Nos ilumina con estas apropiadas palabras, del Libro del Deuteronomio: “graba estas palabras en tu corazón, repíteselas a tus hijos” (Dt 6, 6-7). La fe se transmite no solo con palabras, sino con gestos cotidianos: la oración en familia, el perdón, la solidaridad con los vecinos.
El Papa San Juan Pablo II en Familiaris Consortio, recuerda que la familia es “Iglesia doméstica” (FC, 49), llamada a evangelizar desde el hogar. Los estudios actuales en psicología familiar coinciden: las familias que comparten valores y sentido espiritual muestran mayor cohesión, resiliencia y bienestar emocional.
Aplicación práctica: orar juntos, aunque sea brevemente, bendecir los alimentos, leer el Evangelio en familia y conversar sobre la fe favorece la comunicación y el sentido de pertenencia. También orar en familia la novena de Navidad e ir a la Eucaristía de aguinaldos.
Segunda clave EL DIÁLOGO, LA COMUNICACIÓN AFECTIVA Y LA ESCUCHA
En Nazaret no hay gritos ni imposiciones. Hay escucha, silencio y respeto. San José y María dialogan con Dios y entre ellos, buscando siempre su voluntad. “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 19). La Familia de Nazaret supo comunicarse en medio del silencio. La comunicación verdadera no consiste en hablar mucho, sino en escuchar con el corazón.
El Papa Francisco en Amoris Laetitia subraya que escuchar es una forma de amor: “la comunicación es un arte que se aprende en los momentos de paz y se prueba en los momentos difíciles; escuchar exige la paciencia de un amor capaz de ponerse en el lugar del otro” (AL, 136-137). Las investigaciones en terapia familiar confirman que la comunicación empática es el factor que más influye en la estabilidad matrimonial y la formación sana de los hijos.
Aplicación práctica: tener un momento diario sin pantallas para dialogar en familia, practicar la escucha activa y expresar gratitud con gestos sencillos.
Tercera clave EL TRABAJO Y LA CORRESPONSABILIDAD:
José, el carpintero, y María, la madre cuidadora, vivían el trabajo como servicio. José trabajaba con sus manos y María cuidaba el hogar. Ambos enseñaron a Jesús el valor de la responsabilidad y la solidaridad. San Juan Pablo II en su carta encíclica Laborem Exercens decía: “el trabajo humano, unido al de Cristo, se convierte en fuente de santificación” (LE, 19). En el hogar de Nazaret, se valoraba la responsabilidad, la cooperación y la dignidad de cada tarea. Es allí, en el hogar, donde se cultiva el amor.
El Papa Francisco en su carta encíclica Laudato Si recuerda que “el trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra” (LS, 128). Hoy, cuando muchas familias viven tensiones laborales y falta de tiempo, aprender de Nazaret significa equilibrar la vida laboral y familiar, y enseñar a los hijos el valor del esfuerzo.
Aplicación práctica: repartir las tareas domésticas en casa, valorar el trabajo de todos y reservar tiempo de calidad para el hogar. Agradecer cada día por lo que se tiene: el amor se demuestra en pequeños detalles.
Cuarta clave LA ACOGIDA Y LA SOLIDARIDAD
La Sagrada Familia conoció la pobreza, la migración y el rechazo (Mt 2, 13-15). Sin embargo, nunca perdió la esperanza ni la capacidad de acoger a los demás. El Papa Francisco insistía: “la familia está llamada a ser signo de apertura, de acogida y de misericordia” (AL, 324). Las ciencias sociales indican que la empatía y la cooperación son esenciales para el desarrollo emocional de los hijos. La familia solidaria forma ciudadanos más sensibles y comprometidos.
Aplicación práctica: ayudar a un vecino, visitar a un enfermo, enseñar a los hijos la importancia de compartir con los demás. Compartir la cena de navidad con los vecinos.
Quinta clave EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN
Toda familia vive conflictos, pero la Familia de Nazaret nos enseña el camino del perdón y la comprensión. “Perdónense unos a otros, como el Señor los ha perdonado” (Col 3, 13). El perdón sana heridas y reconstruye vínculos. Los estudios psicológicos actuales demuestran que las familias que practican el perdón tienen mayor salud emocional y satisfacción con la vida.
Aplicación práctica: evitar acumular resentimientos, pedir perdón con humildad y enseñar a los niños que equivocarse es parte del aprendizaje del amor.
Conclusión
NAZARET, ESCUELA DE HUMANIDAD
La Familia de Nazaret sigue siendo una luz para las familias del presente. Allí aprendemos a confiar, a amar sin condiciones, a perdonar y a servir. Cada hogar puede convertirse en un pequeño Nazaret si se deja habitar por el amor de Dios. Interesante traer esta frase tan pronunciada muchas veces: “La familia que reza unida, permanece unida” (Beato P. Peyton). La familia de hoy necesita mirar a Nazaret no como un cuadro piadoso, sino como una escuela viva donde se aprende a amar, servir y creer. En el hogar donde Dios fue niño, cada familia puede encontrar esperanza, incluso en medio de sus fragilidades.
“Cada hogar cristiano está llamado a ser una pequeña Nazaret” (Papa Francisco, Audiencia 27 mayo 2015), si deja espacio a Dios, cultiva el diálogo y vive el amor con sencillez. Jesús, María y José, bendigan y acompañen nuestros hogares, para que sean templos de fe, esperanza y amor. En este sentido, se confirma una verdad profunda: la familia sigue siendo el corazón de la sociedad y el lugar donde Dios sigue naciendo cada día; “la familia es el lugar donde aprendemos valores fundamentales y se aprende a amar, y “corazón del amor” (San Juan Pablo II).