Periodico La Verdad

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Las comunidades eclesiales misioneras Propuesta salvadora de encuentro con Jesucristo en la fraternidad y la comunión

Las comunidades eclesiales misioneras Propuesta salvadora de encuentro con Jesucristo en la fraternidad y la comunión

Foto: CCDC

Por: Pbro. Fredy Ramírez Peñaranda, párroco de San Juan Evangelista, vicario adjunto de la pastoral.

INTRODUCCIÓN

El proceso de evangelización en la Diócesis de Cúcuta tie­ne como objetivo el fortaleci­miento de la fe, para que se convier­ta efectivamente en una experiencia transformadora de vida.

Se cree que, para una formación permanente funcional al dinamismo de la evangelización, un lugar ade­cuado podría ser la comunidad de fieles o las comunidades eclesiales misioneras CEM, no son sólo un medio hipotetizado por el proceso de evangelización, sino que son el fruto concreto de vivir la comunión a imagen de la Trinidad (Cf. Jn 17, 21). La comunidad misionera es un signo que manifiesta en su estruc­tura un proceso de formación en la fe como experiencia concreta de la Iglesia y de la práctica de la frater­nidad.

Cada parroquia, como comunidad, tiene la tarea pastoral de consolidar las realidades eclesiales misioneras en su propio territorio, como ex­presión de comunión y fruto de la evangelización.

FUNDAMENTO ANTROPOLÓGICO

El fundamento antropológico de la CEM es la comprensión de la per­sona humana como un ser relacio­nal y dialógico, creado a imagen y semejanza de Dios, llamado a vivir en comunión. Ser imagen de Dios le permite vivir en comunión con otras personas, asociarse, colaborar y participar en la vida comunitaria. Esta habilidad le permite crecer y madurar como una persona libre y coherente con la esencia de su ser.

La dimensión dialógica expresa una auténtica relación interpersonal en la que la propia realidad se comu­nica desde el corazón. En otras pa­labras, el diálogo es el medio apro­piado y único para comunicar la interioridad. En el plano espiritual, el diálogo acompañado de las virtu­des teologales se convierte en un si­lencio interior que acoge sin miedo la verdad, a través de un discerni­miento lento y sereno comunica la gracia de Dios.

A través del diálogo, la persona se hace presente y participa en la co­munidad que se transforma en la búsqueda del bien común, la comu­nión y la paz. El diálogo es compar­tir, respetar las diferentes formas de ver y vivir la vida. El diálogo es, por tanto, un camino en el que se experimenta el ser de los demás sin abandonar los propios valores.

FUNDAMENTO TEOLÓGICO

En el plano teológico, el fundamen­to de la CEM se encuentra en la Trinidad, que es una comunión de personas, el Dios trino, que siem­pre revela y manifiesta su amor. Por tanto, la fe cristiana es esencialmen­te comunitaria, porque se entiende como Dios que se revela a un pue­blo para construir una experiencia de comunidad, una experiencia hu­mano-divina, donde el fundamento inicial y final es él mismo (Cf. Jn 17, 21), manifestando siempre su amor (Cf. Jn 17, 23).

Esta contemplación del misterio tri­nitario nos hace comprender la ver­dadera naturaleza de la Iglesia como comunidad y pueblo de Dios. Esta constitución comunitaria de Dios manifiesta no sólo el principio, sino también la meta del ser humano y de la comunidad, ambos imperfec­tos, pero en camino hacia una gran perfección, viviendo cada momento en una tensión escatológica. Por lo tanto, la comunidad, siendo imagen de la comunidad divina, es y debe ser salvífica y misionera, en cuanto manifiesta la experiencia de la gra­cia y la unión con Cristo.

Además, las pequeñas comunidades cristianas y misioneras son un mo­delo de Iglesia que vive y manifiesta en su realidad eclesial el encuentro y la experiencia de Jesucristo (Cf. Mt 18, 20) que sigue realizando su obra de salvación a través de la vida de la Iglesia.

En el Génesis (Cf. Gn 2, 4-25), Adán y Eva son el plan comunita­rio de Dios. El Paraíso no es solo el lugar de encuentro con Dios, sino también el lugar de relación con otros seres de la naturaleza. Adán habla por primera vez identificán­dose con Eva (Cf. Gn 2,23), esta­blece una relación porque sólo en el otro se descubre como persona con capacidad para iniciar una historia comunitaria. En el libro de Deute­ronomio (Cf. Dt 7, 8) la elección se manifiesta como un don gratuito de Dios, es su amor creador el que quiere acercarse a la realidad de las personas para salvarlas.

  • ¿Son las pequeñas comunidades cristianas una propuesta de salva­ción para el hombre de hoy? Nues­tra respuesta es un contundente sí. El hombre del siglo XXI sigue sien­do hombre, es decir, sigue sintiendo en lo profundo de su ser el llamado y la necesidad que tiene de unirse en profunda fraternidad a sus semejan­tes para llegar a ser verdaderamente humano.
  • Nuestras pequeñas comunidades cristianas han de ser lugares, espa­cios, ambientes, relaciones, en las que los seres humanos se reencuen­tren con el Dios vivo que los reubi­ca en el mundo.
  • Ante un mundo individualista y egoísta, nuestra propuesta es formar pequeñas comunidades cristianas fraternas y solidarias; comunidades en las que se venza el individualis­mo y el egoísmo por medio de la apertura al otro, el amor sincero y profundo entre los hermanos y la práctica de la solidaridad con to­dos los necesitados, tanto de dentro como de fuera de la comunidad.