Periodico La Verdad

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El Buen Pastor conoce las ovejas y ellas lo siguen

El Buen Pastor conoce las ovejas y ellas lo siguen

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

r: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

El próximo domingo celebramos la fiesta de Jesucristo Buen Pas­tor, que conoce las ovejas y ellas lo siguen y ninguna se perderá porque el verdadero Pastor siempre las cuida y nadie las arrebatará de su mano. Así lo expresa Jesús en el Evangelio: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las co­nozco, y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna, no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10, 27 – 28), de tal manera que en la presencia de Jesús que cuida su rebaño, todos estamos seguros en el camino de vida cristiana, pero además un bautizado, elegido por Dios para el Sacerdocio, ayuda al cuidado del reba­ño para que nadie se pierda, al recibir el mandato del Señor para ser sus tes­tigos: “Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo; Él vendrá sobre uste­des para que SEAN MIS TESTIGOS en Jerusalén, en toda Judea y en Sa­maría y hasta los extremos de la tie­rra” (Hech 1, 8).

La misión del Buena Pastor es dar la vida por las ovejas, no abandonarlas cuando están en peligro y recuperarlas cuando se han perdido. Esas actitudes del Pastor muestran la actitud miseri­cordiosa del Señor que va en busca de la oveja perdida: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar a la des­carriada hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros lleno de alegría, y al lle­gar a casa, reúne a los amigos y veci­nos y les dice: ¡Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido! Pues les aseguro que también en el cielo habrá más ale­gría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc 15, 4 – 7).

Rescatar la oveja perdida es la misión de la Iglesia, mandato recibido del mismo Señor, Pastor supremo, que no quiere que ninguno se vaya a la conde­nación eterna: “Por mi vida, oráculo del Señor, que yo no me complazco en la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Conviértanse, con­viértanse de su mala conducta” (Ez 33, 11) y por eso en su designio amo­roso, quiere que todos nos salvemos y lleguemos al pleno conocimiento de la verdad que es Jesucristo que ha dado la vida por todos en la Cruz, “Esto es bue­no y grato a los ojos de Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lle­guen al conocimiento de la verdad. Porque Dios es único, como único es también el mediador en­tre Dios y los hombres: un hombre, Jesucristo, que se entregó a así mis­mo para redimir a todos” (1Tim 2, 3 – 6).

Jesucristo Buen Pastor se ha quedado con nosotros en cada uno de los sacerdotes, que, participando del único sacerdocio de Jesucristo, hacen visible al Buen Pastor, siendo Pasto­res del pueblo de Dios, cuidando las ovejas, saliendo en busca de la oveja perdida y comportándose como pastor en medio del redil. “El Sacerdocio es el Amor del corazón de Jesús”, repe­tía el Santo Cura de Ars. Un Amor que desciende del cielo para entrar en el corazón de cada pecador, para romper sus cadenas, para sacarlo de las tinie­blas y llevarlo a la vida de la gracia. Así es cada sacerdote Buen Pastor, es el Amor del Corazón de Jesús para la comunidad parroquial, para cada una de las familias, para todos los fieles de la comunidad, cercanos y alejados de Dios, todos caben en el corazón del Sa­cerdote Buen Pastor.

El sacerdote actúa en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la Persona misma de Cristo resucitado, que se hace presente con su acción eficaz. El Espíritu Santo garantiza la unidad en el ser y en el ac­tuar con el único sacerdote. Es Él quien hace de la multitud un solo rebaño y un solo Pastor y la misión del sacerdote es apacentar las ovejas que debe ser vivi­da en el amor íntimo con el Supremo Pastor (Cfr Benedicto XVI, Audien­cia General, 14 de abril de 2010), dando la vida por las ovejas, conocién­dolas por su nombre y dejándose conocer por el Supremo Pastor y se­guirlo hasta llevarlas a la vida eterna. La misión del sacerdote es condu­cir al pueblo que se le ha confiado hasta la gloria de Dios.

El próximo domingo es un día especial para dar gracias a Dios por el Sumo Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucris­to, que como Buen Pastor nos rescata a cada uno de nosotros de las tinieblas del pecado y levantándonos nos lle­va sobre sus hombros. Pero también es un día para agradecer al Señor por cada uno de nuestros sacerdotes, que dejándolo todo han sabido escuchar la voz del Pastor Supremo, para cumplir la misión en el mundo de pastorear al pueblo de Dios con los sentimientos de Jesucristo Buen Pastor, dando la vida por las ovejas que han sido puestas bajo su cuidado.

Agradecemos el don de cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de Cú­cuta y también de las vocaciones, para que el Señor siga enviando obreros a su mies, para rescatar tantas ovejas perdi­das que necesitan volver al redil a beber el vino de la gracia de Dios y llegar un día a participar de la felicidad eterna. Oremos por los seminaristas que se en­cuentran en nuestro Seminario Mayor San José, para que sepan responder al llamado del Señor y se vayan configu­rando con Jesucristo Buen Pastor, hasta llegar a dar la vida por el rebaño que se les será confiado; y por tantos jóvenes, que con inquietud vocacional, puedan escuchar la voz del Señor que los llama y respondan con generosidad.

Pidamos la gracia de la renovación sacerdotal para nuestro presbiterio, que nos comprometa a todos en la sa­lida misionera, para ir en busca de la oveja perdida y poderla retornar a to­mar el alimento que ofrece Jesucristo Buen Pastor en la Eucaristía, en donde somos transformados en Cristo cuan­do comulgamos en gracia de Dios y aprendemos desde la Eucaristía a re­solver nuestra vida desde Dios, para cumplir el mandato del Señor: Sean mis testigos, para llegar a todos los lu­gares de nuestra Diócesis a comunicar el Evangelio de Nuestro Señor Jesu­cristo, para que todos tengan el don de la salvación. Pongámonos bajo la pro­tección y amparo de la Santísima Vir­gen María y del Glorioso Patriarca San José, pidiendo por todos los sacerdotes para que seamos fieles a Jesucristo y a la Iglesia, en el pastoreo que se nos ha confiado.

En unión de oraciones, reciban mi bendición