La Emperatriz de América
Por: Pbro. Marcos Martínez, licenciado en teología dogmática de la UPRA – Roma.

Foto: Tomada de Internet
La devoción a la Santísima Virgen de Guadalupe, tiene sus raíces en las apariciones de aquel diciembre de 1531, cuando en el Tepeyac, la Madre del verdadero Dios por quien se vive (como lo narra el Nican Mopohua), se aparece a san Juan Diego, un cristiano humilde y trabajador; a quien le pide se le construya una iglesia en ese lugar.
San Juan Diego, atento y solicito a la petición de la Virgen, fue a cumplir con esta encomienda y presentar al obispo Fray Juan de Zumárraga el encargo de la Virgen. Al llegar ante el obispo y comentar la situación, el obispo le pide una señal. San Juan Diego acude al cerro donde se le apareció la Virgen a contarle cual había sido la respuesta del obispo. Ante tal respuesta, la Virgen le pide recoger algunas rosas florecidas en aquel rígido diciembre y llevarlas al obispo.
Al llegar ante el obispo, san Juan Diego abrió su manto y cayeron al suelo aquellas flores, que eran rosas de castilla, las cuales no crecían en México. Pero el hecho milagroso no fueron las rosas de castilla, el obispo quedo impresionado al ver la imagen de la Virgen María grabada en el manto de san Juan Diego. El rostro dulce y sereno de la Virgen era el signo de su identidad y de su presencia.
Inmediatamente se construyó una iglesia, que se convirtió en el centro de la conversión de los pueblos al cristianismo. El acontecimiento Guadalupano como le llaman algunos historiadores, se convirtió en el comienzo teológico de la evangelización del continente americano, y la Morenita, con su inconfundible rostro mestizo, se convirtió en la patrona de las Américas.
La vitalidad de este hecho superó todas las expectativas, y el milagro guadalupano fue el impulso de la evangelización. María santísima con su maternal intercesión, ha acompañado al pueblo mexicano y americano, acogiendo, consolando, ayudando y amando a sus hijos, peregrinos por este mundo. Recordándonos que nada debe quitarnos la paz: ¿Qué te preocupa? ¿Qué te aflige? ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?
Esa es la confianza que siente todo cristiano al acercarse cada día a la Virgen de Guadalupe, sentirse amado, escuchado y protegido por ella. Pues después de este hecho tan prodigioso, recurren a su intercesión miles de peregrinos hasta el Tepeyac, no solo mexicanos y latinoamericanos, sino de muchas partes del mundo, convirtiéndose así, en el santuario mariano más visitado en el mundo. Su devoción se ha ido extendiendo cada vez más a la Iglesia universal, teniendo la aprobación pontificia, desde Urbano VIII, que concedió la indulgencia plenaria a quienes visitaran el santuario. León XIII, aprobó la primera coronación de la Virgen; Benedicto XIV, la nombró patrona de la Nueva España. San Pío X ex-tendió su patronato a toda América Latina. Y es el Papa Pío XII quien le otorga el título de “Emperatriz de América” en el año 1945.
San Juan XXIII, bendijo la parroquia dedicada a la Santísima Virgen de Guadalupe en Roma; San Pablo VI envió un emotivo mensaje en el año de 1976 con motivo del traslado de la imagen de la Virgen, de la basílica antigua a la basílica actual. San Juan Pablo II fue el primer Papa en ver la imagen original, y desde su primera visita al pueblo mexica no, manifestó su filial devoción a la Morenita del Tepeyac. También durante su pontificado, proclamó el 12 de diciembre como fiesta del continente americano y nombró a la Virgen de Guadalupe, como reina de toda América Latina. El Papa Benedicto XVI, aunque no visitó la basílica de Guadalupe, en su visita a México manifestó su fe en la Virgen, así mismo, fue el primer Papa en celebrar la fiesta de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre de 2011, en la basílica de San Pedro en Roma.
El Papa Francisco, en su viaje por México, celebró la Eucaristía en la basílica de Guadalupe y permaneció durante un largo tiempo frente a ella, dejando así un testimonio de filial devoción Guadalupana.
Que la Madre del verdadero Dios por quien se vive, siga intercediendo por cada uno de sus hijos que invocan su intercesión. Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros. Amén.