Visita del Papa Francisco a Colombia
El Papa Francisco visitó tierras colombianas en el año 2017, desde el día 6 al 10 de septiembre en un recorrido cuyo lema fue “Demos el primer paso”, que pretendía expresar que debemos ser los primeros para amar, tender puentes y crear fraternidad. Una vez llegado al Aeropuerto Militar Catam en Bogotá, expresó que venía siguiendo las huellas de sus recordados predecesores, San Pablo VI y San Juan Pablo II.

En la mañana del jueves 7 de septiembre visitó a las autoridades civiles presididas por el Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, invitados especiales y una gran multitud de gente que le esperaba con mucho anhelo de recibir su bendición. Al dirigirse a los presentes, el Papa tomó las palabras del escudo “Libertad y Orden” para expresar que es necesario valorar la libertad y proteger la ley, además de manifestar que su visita se presenta como un aliciente y un aporte que allane el camino hacia la reconciliación y la paz.
Una vez llegado a la puerta de la Catedral Primada de Colombia, lo acogió el alcalde de Bogotá y le entregó las llaves de la ciudad, para luego ingresar a este bello tempo en el que fue acogido por el Cardenal Rubén Salazar Gómez, el Capítulo Metropolitano y un grupo de fieles que estaban junto al lienzo de la Virgen de Chiquinquirá, traída desde el santuario. Allí dijo a los presentes que Dios renovó el rostro de su madre para que siga iluminando la Iglesia.
Posteriormente, en la plaza de Bolívar abarrotada de jóvenes de todo el país, les expresó, desde el balcón del Palacio Arzobispal, que ellos son los que estimulan los grandes desafíos, los jóvenes son la esperanza de Colombia. Luego, en el mismo lugar se encontró con los obispos del país para insistir en dar el primer paso, el mismo que Dios dio luego de una larga preparación en el Antiguo Testamento, y ese paso que es Jesús es irreversible, es una brújula que no les conviene perderse. Continuó diciendo que “La oración en la vida del obispo es la sabia vital que pasa por la vid sin la cual el sarmiento se marchita, las heridas de la diaria batalla con Dios los hará capaces de curar. Les recomiendo vigilar, no solo personal sino colegialmente, dóciles al Espíritu Santo sobre este permanente punto de partida”… “Siento el deber de animarlos, sean libres para anunciar la palabra reconciliación, de los labios de ustedes pastores legítimos, Colombia debe ser interpelada, no se sirvan de un concepto de hombre, sino la persona humana, amada por Dios y encarnada en Jesucristo. Les pido serenidad y creer en la humildad de la semilla de Dios, fiarse de la potencia escondida en la levadura”.
Ese mismo día, se dirigió a la Nunciatura Apostólica para reunirse con el comité directivo del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y compartirles que “solo una Iglesia esposa, madre y sierva que renuncia a la pretensión de controlar lo que no es su obra, puede permanecer con Jesús aun cuando su nido y su resguardo es la cruz”… “La esperanza de América Latina pasa por el corazón, la mente y los brazos de los laicos, si queremos servir hagámoslo con pasión, la de un joven enamorado, o la de un anciano sabio que transforme las ideas en utopías viables, como Toribio de Mogrovejo que, desde los 24 años de episcopado, 18 los dedicó a los pueblos de su Diócesis”.
El día jueves terminó en el parque Simón Bolívar, con la celebración de la Sagrada Eucaristía en la que se proclamó el Evangelio de la pesca, donde Jesús le pide a Pedro navegar mar adentro. Allí expresó que “echar las redes entraña responsabilidad, en Bogotá y en Colombia peregrina una inmensa comunidad que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad, trabajando en la defensa y el cuidado de la vida humana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable”.
Al día siguiente, viernes 8 de septiembre, llegó hasta Villavicencio, en el día de la Natividad de la Virgen y en la celebración de la Santa Misa en el complejo ganadero Catama beatificó a dos mártires colombianos: a monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de armero, como un signo y expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor. En la homilía dejó un llamado a la esperanza y a la reconciliación: “basta una persona buena para que haya esperanza” y “todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso”. Además, dijo que la Santísima Virgen María “que proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana como bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, supo ser transparencia de la luz de Dios y reflejo los destellos de esa luz en su casa que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es su creación”.
En las horas de la tarde, en el Parque Las Malocas, se dio el encuentro de para aprender a los pies del Crucificado de Bojayá la fuerza del perdón y la grandeza del amor. El Papa expresó en ese momento: “desde el primer día he deseado este momento de nuestro encuentro. Vengo aquí con respeto y con conciencia clara como Moisés de estar pisando un terreno sagrado. Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá que el 2 de mayo del 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Ver a Cristo así, mutilado y herido nos interpela, nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y Resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor”. En este encuentro, el Papa valoró el testimonio de los que hablaron y recogiendo la lección de cada uno, simbolizada en las muletas que le ofrecieron y que quedaron como símbolo del amor y el perdón. Ante la imagen mutilada de Jesús, clamó con la oración del Cristo de Bojayá: “Oh Cristo negro de Bojayá que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies que te ha arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti. Oh Cristo negro de Bojayá que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad, palpita también tu corazón para acogernos en tu amor. Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo, que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado, tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad, haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia”.
Después de ese significativo momento se realizó la siembra del árbol en el Parque de los Fundadores, un guayacán de flor amarilla, como árbol de la paz, ayudado por varios niños y acompañado del aplauso de la concurrencia. Al final de la jornada retornó a la Nunciatura Apostólica, en Bogotá.

A Medellín arribó el sábado 9 para celebrar la Sagrada Eucaristía con más de un millón trescientas mil personas, en las que destacó que la vida cristiana es un discipulado permanente “Jesús, el Señor, les señala que cumplir el caminar tras él, los pone frente a los leprosos, los paralíticos, los pecadores”. También instó a los cristianos “que debían ir más allá de lo correcto mediante 3 conceptos: “volver a lo esencial, renovarse e involucrarse” e insistió en “la obligación que tiene la Iglesia católica de no excluir a nadie, sino, por el contrario, abrirse a todos los que deseen acercarse a ella, dejando “sus comodidades y sus apegos.”
Allí mismo en Medellín se encontró con los niños del Hogar San José, donde les ofreció un mensaje de ánimo afirmando que “Jesús no abandona a nadie que sufre y mucho menos a ustedes niños y niñas que son sus preferidos”. Posteriormente se dirigió al Seminario Conciliar de Medellín donde compartió que “la iglesia en Colombia está llamada a desempeñarse en la formación de discípulos misioneros que saben ver sin miopías heredadas, que examinan la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús y desde ahí la juzgan”. Una vez llegado al Centro de Espectáculos La Macarena, se encontró con los consagrados y mencionando la alegoría de la vid verdadera del Evangelio, expresó: “la alegoría de la vid verdadera que acabamos de escuchar se da en el corazón de la última Cena. En esa primera noche Eucarística, en esa primera caída del sol después del gesto de servicio del Señor, Jesús abre su corazón: les entrega su testamento” … “Somos pueblo elegido para la verdad y nuestra llamada tiene que ser en la verdad. Y a quienes acompañan los procesos vocacionales tendrán que motivar la recta intención, es decir el deseo auténtico de configurarse con Jesús el Pastor, el Amigo, el Esposo”. Terminando con este evento, la agenda preparada en la capital de Antioquia.

El domingo 10 de septiembre, el Papa Francisco visitó Cartagena, donde llegó hasta la casa de Lorenza Pérez, líder comunitaria que le da alimentación a los más necesitados, en el barrio san Francisco. En esa ocasión ella fungió como enfermera del Papa al sufrir un pequeño accidente. Luego, impartió la bendición de la primera piedra para construir casas en la obra pastoral Talitha Qum. Posteriormente se dirigió al templo de San Pedro Claver donde recitó el Ángelus y dijo: “en esta iglesia rezaremos a María que se llamó a sí misma esclava del Señor, y recordamos a San Pedro Claver que fue esclavo de los negros para siempre, como se hizo llamar el día de su profesión solemne. Austero y caritativo hasta el heroísmo después de haber confortado la soledad de centenares de miles de personas, transcurrió los últimos 4 años de su vida enfermo y en su celda en un espantoso estado de abandono. María y San Pedro Claver nos invitan a trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos en especial, los más pobres y descartados de la sociedad”.
En las horas de la tarde el Santo Padre asistió al Puerto Marítimo de Contecar donde celebró la Santa Misa. En la homilía, el santo padre consideró al narcotráfico como una lacra “Jesús en el evangelio nos señala la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar, persista en su mal. No podemos negar que hay personas que persisten en herir la convivencia y la comunidad. También para esto debemos estar preparados, y sólidamente asentados en principios de justicia que en nada disminuyen la caridad”. Así mismo, el Papa dijo que “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias”.
A las 7:30 p.m., desde la ciudad de Cartagena el Papa Francisco, después de una emotiva despedida y con la presencia del presidente de la república, retorna a Roma, dejando en el corazón de los colombianos un insistente mensaje de reconciliación y de paz.